Este 2 de noviembre, se conmemora a los fieles difuntos y la guía del plan pastoral nos comparte una breve meditación, en su página 2 y 3.
Vayan nuestros primeros pensamientos y oraciones por el alma de todos aquellos a quienes amamos en vida y nos han precedido en el viaje al encuentro con Dios Padre.
La muerte es una verdad que tarde o temprano hemos de experimentar. Para los que creemos en Dios, la vida no termina con la muerte, sino que se transforma para iniciar una plena comunión con Dios Trino. La muerte es la esperanza para ver y gozar de Dios en el cielo después de conocerlo, amarlo y servirle en esta vida.
Hoy, en medio de esta celebración, podemos decir que esta es la “gran fiesta de la esperanza de la vida”. Ya nos dijo Jesús: “Que no tiemble su corazón; crean en Dios y crean también en mi”. Creer en Dios, y en su Hijo Jesucristo, es el primer paso para amarlo y la primera gran necesidad de todo cristiano. ¡Creer de corazón, no de palabras!
En el Libro de las Lamentaciones hay una esperanza: “la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión”. Por lo que nos invita “esperar en silencio la salvación del Señor”. Ya nos lo dice el salmo hoy: “Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra”. Esta espera es con un grito en silencio desde lo hondo del Señor.
“Es bueno esperar en el silencio la salvación del Señor”, nos dice el libro de las Lamentaciones, mas no debemos olvidar practicar con honestidad las obras de misericordia (corporales y espirituales) que tanto agradan a Él, para ser parte de sus elegidos de Dios, y por el bautismo que nos incorporó a Cristo, también fuimos incorporados a su resurrección al morir al pecado.
Que en nuestra familia enterremos toda acción que nos haga caer en el pecado, que crea división, odio, rencor y frialdad entre nosotros, para que también resucitemos con Cristo, “Camino, Verdad y Vida”. Y que los padres aprendamos a formar a nuestros hijos según las enseñanzas del Señor, para merecer una de estas estancias que Cristo ha ido a prepáranos en el cielo.
Que esta conmemoración de los Fieles Difuntos nos lleva a llevar una plegaria por nuestros deudos que nos han adelantado a la presencia del Señor, para que a ellos les alcance la misericordia y compasión de Dios Padre. Amen.