Mediante la circular No.10/2022 de fecha 30 de agosto de 2022 Monseñor Andrés Napoleón Romero Cárdenas, envía a los sacerdotes, religiosas, movimientos apostólicos, laicos e instituciones de la Diócesis de Barahona, una motivación para el mes de la Biblia.

A continuación el mensaje integro

Queridos hermanos y hermanas, un saludo cordial y fraterno.

Estamos pasando las últimas horas de este caliente mes de agosto, sin dudas, unos de los más calurosos que hemos vivido. Abrigamos la esperanza de que septiembre sea más fresco para que podamos reiniciar nuestros calendarios de trabajos. En el verano, como es propio, se disminuyen las actividades pastorales, como las reuniones y otros encuentros de nuestra vida pastoral diocesana. Este mes de agosto a pesar del calor nos ha dejado el aroma y la frescura del paso de la Madre de Dios por nuestro pueblo dominicano con la gran celebración del 15 de agosto en el Olímpico. Esta maravillosa fiesta hará eco por mucho tiempo en nuestro pueblo. A propósito, hago un paréntesis, para agradecerles a todos: sacerdotes y laicos, la significativa participación que hubo de las parroquias tanto en la clausura diocesana como en la nacional del año jubilar.

Retomemos nuevamente el pulso del tiempo. Septiembre es el mes de la Biblia y nosotros tenemos una larga y bonita tradición de celebrarlo con caminatas, charlas, lectio divina, cursos, rosarios bíblicos etc. No desaprovechemos esta ocasión para facilitarles a nuestros fieles el encuentro con Dios a través de la Palabra. Ella junto a la Eucaristía es el Pan que debe alimentar al discípulo misionero como se nos recuerda en el mensaje del sínodo de la Palabra del 2007: El compromiso primario del discípulo, después de alimentarse de la Palabra es sacarla de misión. «Porque de Sión saldrá la Ley y de Jerusalén la palabra del Señor» (Is 2,3). La Palabra de Dios personificada “sale” de su casa, del templo, y se encamina a lo largo de los caminos del mundo para encontrar la gran peregrinación que los pueblos de la tierra han emprendido en la búsqueda de la verdad, de la justicia y de la paz. Cuanto necesita nuestra Diócesis que esa palabra salga a recorrer nuestras calles y comunidades e ilumine la vida de aquellos que viven ajenos a la realidad de la fe.

Los medios de comunicación y las redes sociales nos abren una gran posibilidad para que nosotros difundamos el mensaje de Cristo. Como afirmaron los obispos del Sínodo: La voz de la Palabra divina debe resonar también a través de la radio, las autopistas de la información de Internet, los canales de difusión virtual on line, los CD, los DVD, los “ipods” (MP3) y otros; debe aparecer en las pantallas televisivas y cinematográficas, en la prensa, en los eventos culturales y sociales.

Cristo camina por las calles de nuestras ciudades y se detiene ante el umbral de nuestras casas: «Mira que estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y me abre la puerta, entraré en su casa, cenaré con él y él conmigo» (Ap 3, 20). La familia, encerrada en su hogar, con sus alegrías y sus dramas, es un espacio fundamental en el que debe entrar la Palabra de Dios.

Los primeros cristianos celebraban la liturgia en lo cotidiano de una casa, así como Israel confiaba a la familia la celebración de la Pascua (cf. Ex 12, 21-27). La Palabra de Dios se transmite de una generación a otra, por lo que los padres se convierten en «los primeros predicadores de la fe» (LG 11). El Salmista también recordaba que «lo que hemos oído y aprendido, lo que nuestros padres nos contaron, no queremos ocultarlo a nuestros hijos, lo narraremos a la próxima generación: son las glorias del Señor y su poder, las maravillas que Él realizó; … y podrán contarlas a sus propios hijos» (Sal 78, 3-4.6).

Preocupémonos para que en cada casa pueda tener su Biblia y la conserve de manera digna para leerla y rezar con ella.

Animo a los sacerdotes para que, desde el inicio de este mes, en la celebración eucarística dominical, se entronice el texto sagrado, a fin de hacer evidente a la asamblea el valor normativo que tiene la Palabra de Dios. Ojalá en las misas dominicales se pueda hacer la procesión de entrada con el Evangeliario.

Por favor, evitemos hacer la proclamación de las lecturas con folletos o subsidios inadecuados, lamentablemente esa práctica se está haciendo recurrente en algunas celebraciones.

Aprovechemos las homilías de este mes para motivar el acercamiento de los fieles a la Palabra de Dios incentivándolos a profundizarla y a orar con ella, en especial con la lectio divina. Ya muchas familias de nuestras parroquias entronizan la Biblia en sus hogares, sigamos motivándoles para que esta bonita iniciativa crezca cada vez más.

Hago un llamado también a los colegios y escuelas a promover iniciativas con los profesores y alumnos que faciliten un mayor conocimiento y amor por las SAGRADAS ESCRITURAS en nuestros centros.

Me pongo a la disposición de cualquier parroquia o centro educativo que requiera algún servicio de charla, lectio divina o pequeño curso.

Como motivación última para este mes les comparto del baúl de mis materiales bíblicos el siguiente párrafo:

La Sagrada Escritura no es un libro de teología ni de doctrina moral. Es una historia, mi historia. Mi vida está descrita en esa palabra: «Tú eres el hombre de quien se habla ahí. Tú eres Israel, ese hombre concreto, pecador o indiferente, que puede y no quiere, que quiere y no puede…, o arrepentido, que cree y espera, ama y bendice, escucha y alaba. Yo soy el hombre que aparece en cada una de las páginas de la Biblia. Yo soy el hijo pródigo y el ciego del camino». ¡Dios me habla en esa palabra! Ella me guía y me conduce, me alienta y me sostiene. Ella es la que da sentido a todos los acontecimientos de mi vida y alimenta mi esperanza. Es la palabra por la que Dios entra misteriosamente en mí y me hace estremecer con su presencia. Ella nos lleva tras el aliento de Dios, allí donde él está, allí donde le vemos y le oímos, allí donde le oiremos y le veremos por siempre.


En nombre de Cristo, les bendice, Mons. Andrés Napoleón Romero Cárdenas
Obispo de Barahona

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