Por: Leoncio Noboa.
Lo tradicional, cuando queremos rendirle homenaje a una persona que estimamos y le bebemos una gran gratitud es que esperamos que muera y entonces le hacemos, por ejemplo una tarja, le ponemos su nombre a una calle, a un parque, etc, etc.
Sor Rosario, algo más que esto.
El gran homenaje que le podemos rendir es continuar su ejemplo, enseñándole a nuestros hijos y nietos el gran legado que nos dejó ella.
Una mujer con un temple invariable, seria en su semblante pero alegre. Siempre alegre con una sonrisa espontanea a flor de labio.
Estoy seguro que muchos jóvenes de Vicente Noble que pasamos por sus sabios consejos, que más que escolares y académicos eran de vida, de comportamiento y para siempre.
Oportunidades que no encontramos nunca en nuestros padres biológicos.
Los grupos de reflexión que ella formó dieron sus frutos. Si no preguntemonos quienes somos hoy.
Servimos de ejemplos y hasta de modelo para esta generación (llámese hijos, nietos) gracias a esta gran mujer que abrazo en todas sus partes el evangelio.
Los monjiaticos, que tuvo una connotación despectiva a su inicio, hoy es casi un orgullo que nos llamen así.
Así como sor Rosario hay otras heroínas que calladamente llevan a cabo un trabajo silencioso pero efectivo y que llega realmente a los destinatarios, sobre todo a los jóvenes y adolescentes.
Sor Rosario siempre estará presente entre nosotros. Que no nos quepa la menor duda.
Ella echó unas raíces evidentes en su trabajo como mensajera de la paz y la justicia. Cumpliendo con el mandato en su condición de religiosa consagrada, y al estilo de Jesús de Nazaret.