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Celebración 48 Aniversario Diócesis de Barahona, ordenación Diaconal e institución de ministros

Celebración 48 Aniversario Diócesis de Barahona, ordenación Diaconal e institución de ministros

Monseñor Andrés Napoleón Romero Cárdenas, Obispo de Barahona, inicio su homilía saludando a los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y a los feligreses que asistieron en representaciones de las distintas parroquias, la mañana del sábado 20 del presente mes, a la celebración del 48 Aniversario de la Diócesis de Barahona, dentro del Trienio de preparación al gran Jubileo del año 2024 y la ordenación diaconal del seminarista Methelus. Ambos motivos nos llenan de alegría y nos animan a caminar con esperanza en espíritu sinodal.

Durante la predica Monseñor Andrés, destaca que hace un año se aperturo el Trienio de preparación al jubileo, anunciando el itinerario a seguir durante los tres años. El primer año estuvo dedicado a la escucha. Durante el mismo se realizaron encuestas, conversatorios y consultas a los consejos diocesanos y parroquiales. En esta primera parte del camino han recibido muchas luces para constatar donde estamos y por donde debemos ir. Hemos vistos también nuestras fortalezas que se hacen visible en un pueblo que camina con fe y esperanza. Los diagnósticos realizados nos han mostrado los desafíos más urgentes que debemos afrontar en nuestro itinerario de fe.

  • Nuestras gentes necesitan y desean una formación más sólida que responda a los nuevos tiempos.
  • Las instituciones pastorales necesitan ser estructuradas y fortalecidas.
  • Los fieles necesitan y quieren afianzar más su espiritualidad a través de la oración, la Sagradas Escrituras y los sacramentos.
  • También se nos plantea el desafío de activar una misión permanente que testimonie una Iglesia en salida.

El trabajo pastoral de este año se ha articulado en función de esos desafíos.

Por un momento se dirigió al seminarista Methelus, recordándole la misión de ser y de misión del diaconado, y del compromiso que asume como diacono en la Iglesia. Recibiendo una gracia especial del Espíritu Santo para actuar en nombre de Cristo servidor. Recibirás un sello que nadie puede hacer desaparecer en ti y que te configurará con Cristo que se hizo diácono, es decir, el servidor de todos (catecismo de la Iglesia católica, 1570). Nunca dejarás de ser lo que hoy va a conformar en tu vida. Por esta ordenación, tu vida se reviste de los mismos sentimientos de Cristo, que se despoja de su rango y se hizo semejante a los hombres, tomando la condición de esclavo (cf. Fl 2,6ss).

Tener los mismos sentimientos de Cristo coma implica para un consagrado ser buen Pastor: sentir compasión por las ovejas descarriadas, curar a las heridas, llevarlas a verdes pastos, protegerlas de los lobos, ofrecer tu descanso para que ellas descansen, en definitiva dar la vida por ella.

La tradición de la Iglesia ha entendido siempre el diaconado en Cristo servidor. Lo que los apóstoles buscaban con la decisión de elegir, bajo la acción del Espíritu Santo, a siete hombres de buena reputación para recomendarme el servicio de las mesas (cf. Hch 6, 1-6) era que el servicio a los pobres no perdiera fuerza y dedicación en el ministerio que Jesús les había confiado. Habéis nacido, pues, para hacer memoria permanente de que el servicio a los pobres y marginados pertenece a la esencia de la misión que Jesucristo encomendó a sus apóstoles, a la Iglesia.

Por supuesto, todo cristiano es siervo de Jesucristo, y de ello en el sentido más profundo y radical: habiendo sido «comprado» y rescatado por Cristo al precio de su sangre (1 Cor. 6,20) el cristiano pertenece a Cristo, es «de Cristo» (1 Cor. 3, 23) no se pertenece a sí mismo (1 Cor. 6,19)  ni vive para sí mismo, sino que vive y muere «para el señor» a quien pertenece enteramente Roma 14, 7-9.

Esto que corresponde al programa de vida de todo Buen cristiano, se hace más capital en la vida del apóstol misionero que tú quieres ser. El apóstol Pablo es quizás, el que mejor ha entendido que no cristianos somos siervos de Cristo. Él distingue tres aspectos esenciales en la vida de un apóstol misionero que quiero recordarte hoy en tu ordenación diaconal.

Primero ser «Servidor» la palabra (diákonos) expresa ante todo la idea del servicio a la mesa durante la comida, la preocupación diaria por los medios de subsistencia y coma más en general, toda clase de servicios. San Pablo se considera a sí mismo «diácono de Cristo Jesús» (2 Cor. 11, 25) «diácono del evangelio» (Col. 1, 23) «diácono de la justicia» (2 Cor. 11,15) «diácono de espíritu» (2 Cor. 3,8). Es decir: sirviendo en nombre de Cristo, tú puedes ofrecer a los hombres el alimento y los medios de su subsistencia para su vida.

Esclavo» (doulos) que expresa la idea de realizar algo no por gusto como sino por obligación, por el hecho de encontrarse a las órdenes de alguien. La actitud de esclavo en el misionero indica que él no se pertenece a sí mismo, que está a disposición de sus superiores quienes en nombre de la iglesia disponen de su libertad. Cuando Pablo se denomina a sí mismo «esclavo» de Cristo Jesús está expresando su conciencia de haber quedado «expropiado» de sí mismo, de su voluntad, de sus planes, de sus gustos… En una palabra, de todo lo suyo incluida su libertad para servir del todo y sólo a Cristo y a su voluntad. Teniendo en cuenta que ser esclavo de cristo le lleva también a hacerse esclavo de aquellos a quienes cristo le envía (2 Cor. 4, 5)

Siervo» (hyperetes) designa al criado doméstico que está siempre al lado de su señor, dispuesto a responder al menor de sus deseos. Al llamarse siervo de Cristo Pablo sabe que no tiene otra cosa que hacer que estar pendiente de su señor, en cuya presencia vive para secundar dócil e inmediatamente cada una de sus indicaciones.

Esta conciencia de siervo le impide «servir a dos señores» (Mt 6, 24) no tiene más que un señor, Cristo, y solo a Él debe agradar: «si todavía pretendiera agradar a los hombres, Ya no sería siervo de Cristo» (Gal. 1, 10). Y sí se hace «siervo» de ello es «por Jesús» (2 Cor. 4,5), es decir, «por amor» (Gal. 5, 13).

Para alimentar esa espiritualidad vas a asumir unos compromisos que te van a ayudar a mantenerla siempre sólida y viva. Uno es la Liturgia de las Horas, a cuyo rezo asiduo te va a comprometer las promesas que ha hecho ante mí y al pueblo cristiano que asistió a la ordenación.

Otro compromiso que contraes es el celibato el celibato te conviertes en testigo de la consagración del Hijo de Dios a la voluntad de su Padre. Ser célibes con humildad, madurez, alegría y entrega, es una grandísima bendición para la iglesia y para la sociedad misma. El celibato te enriquece como personas, hace especialmente fecunda nuestra vida para amar y servir. El pueblo de Dios que hoy te acompaña y contempla con afecto y orgullo ha de saber que, para servirles, te comprometes a vivir célibe. Y, sobre todo, han de saber que los ha hecho por amor.

Querido Methelus consagrarse al señor es renunciar a sí mismo y ofrecer nuestra libertad al servicio del reino por medio de la iglesia. Por tanto, si y eres en tu misión ser crucificado con Cristo, tendrá que aceptar pasar: azotes, naufragios, asaltos, trabajos, noche sin dormir, hambre y sed, cárceles, tribunales, amenazas de muerte… «injurias» «persecuciones» «angustias» y, junto a los sufrimientos físicos está ese roce continuo de la humillación, la contradicción, las dificultades y trabas de todo tipo; esto es lo que te puede suceder y ojalá muchas de estas cosas te sucedan para que quede válida con el sello de Cristo tu misión.

Solo si estás dispuesto a vivir esta identidad con Cristo, asumiendo en tu propia carne la realidad de la cruz, entonces se puede llevar a cabo con éxito el mandato que nos da Jesús en el Evangelio: Ir y hacer discípulos entre todos los pueblos… Con esta disposición se puede ir a la misión, con despojo, con humildad, pero sobre todo con mucha confianza. La identificación con Cristo nos libra de muchas pretensiones inútiles, que a veces llevamos al campo de misión. Dios nos quiere presente, confiado y dispuesto. A la misión no se va a convertir, sino también a convertirnos. Cuando el misionero se convierte en la misión comienza la misión a dar los grandes frutos.

Para finalizar la homilía  Monseñor Andrés Napoleón Romero Cárdenas, dio gracias a Dios, por la vocación de Methelus e invito a la asamblea orar siempre por él, para que el que comenzado la obra la lleva a su fin.